Le encantaba la sensación de ser golpeada y jugar con ella de forma salvaje, jadeaba por aire, antes de venir, sintiendo el grueso vibrador envolver su vagina y teniendo espasmos en pleno orgasmo, palpitando entre sus muslos mientras Judylise venía, apretando el estómago con toda la sangre, y sintiendo su semen salir a la superficie sobre la almohada. "Oh Dios... Oh Dios", gritó Judylise, su voz era un gemido andrajoso, que ya no era quirúrgico, que apenas podía oír por los gritos de lujuria que la rodeaban, grandes cuellos y cadenas de dolor que la devolvían a la realidad y que la forzaban a concentrarse. Judylise dejó de estar triste y se concentró en el gallo maestro que la golpeaba contra su cama, las manos cavando profundamente en la ropa de cama para tantear esa tela erótica, sacando del tubo de goma, jadeando fuerte, jadeando por aire y aire. Quería sentir esa polla en lo profundo de su interior, para destrozarla una y otra vez, follándola fuerte hasta que Judylise no pudo evitar gritar su éxtasis. .