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Blonda30 se quejó mientras me la follaba con el dedo, casi se sentía como si yo fuera el que estaba siendo follado. Le di un spray de mi semen, le dolió mucho. Ambos nos habíamos puesto tan cachondos, como Blonda30 tuvo que admitir, que se pasó unos días yendo y viniendo mientras yo le daba un empujón. Ya estábamos casi completamente insatisfechos y queríamos más. Finalmente le dije que tenía que irme. Me sorprendió su reacción, ya que normalmente Blonda30 era muy habladora y sociable, pero tan pronto como vio al perro se distanció, no hubo nada que decir y no hubo abrazo. Había planeado llevarla de vuelta para otra ronda de sexo, pero Blonda30 decidió que no quería pasar tiempo con él, era libre de ir y venir como quisiera, sólo tenía que esperarla. Conduje a casa pensando en todo lo que había pasado, pero decidí hacer un mapa de lo que quedaba. Le di un sobre y le dije que no lo abriera hasta que yo volviera, lo leería y sabría que yo seguía pensando en ella. Me sentí muy aliviado cuando vi la pequeña cesta de mimbre en mi buzón, ya que quería un regalo y no tenía ni idea de qué regalarle. La cesta era una maravilla de plástico de la Segunda Guerra Mundial, la tapa tenía un bonito pergamino que mencionaba que el contenido era una colección privada de la C.I.B. .
